Los condenados de la tierra. Frantz Fanon
Editorial: Fondo de cultura económica 1971
Rústica editorial ilustrada. 17x11 centímetros. 300 páginas. Estado de conservación: tapa deslucida, libro con señales normales de uso.
Lo que sigue a continuación es una selección de fragmentos de Frantz Fanon de su obra culmen Los condenados de la tierra. La obra fue editada en castellano por el Fondo de Cultura Económica de México por primera vez en el año 1962, un año después de su muerte. Frantz Fanon fue un pensador, psiquiatra y militante socialista caribeño, nacido en la isla de Martinica, bajo administración colonial francesa. Fue combatiente de la II Guerra Mundial contra el nazismo junto al ejército francés, del que más tarde sería degradado por ser un ciudadano de las coloniales. Tras la II Guerra mundial permaneció unos años en la Francia metropolitana, para estudiar medicina y psiquiatría, donde conocería a personalidades como Maurice Merleau-Ponty o Jean Paul Sartre con quien tendrá una importante y sincera amistad. En el año 1953 se traslada a Argelia para ejercer como psiquiatra en la ciudad de Bilda. Al año siguiente,en 1954, comienza la Guerra de liberación de Argelia y Fanon se une de forma clandestina al Frente de Liberación de Argelia, en el que ocupará altos cargos, además ser uno de sus intelectuales orgánicos más importantes. Fanon sería nombrado Embajador de la República Provisional de Argelia, en Ghana, país gobernado por el primer presidente anti-colonial y panafricano del continente Kwame Nkruma quien entre el 1957 y el 1961 había proclamado la independencia y estaban en procesos de constituir la República de Ghana. Frantz Fanon viajó intensamente, fue un escritor prolífico y un pensador visionario. Trató de plasmar su visión sobre los procesos de descolonización, las luchas de liberación y los nacionalismos africanos en la obra que escribiría ya enfermo de cáncer a finales de los años cincuenta, Los condenados de la tierra, es una obra escrita con la angustia que trata de reflejar todos los debates, discusiones políticas y reflexiones en torno a la cuestión de la descolonización y los procesos políticos emancipadores en África pero en una mirada anti-colonial global en perspectiva con América Latina y Asia. Los fragmentos que aquí recogemos son tres extractos de su obra Los condenados de la tierra, que hacen referencia al papel de los intelectuales, de los cuadros teóricos, escritores y sectores de la cultura en los procesos de de descolonización y en las luchas de liberación nacional. Los fragmentos han sido seleccionados todos de la misma obra y no han sido modificados en su estructura ni en su redacción, respetando la traducción al castellano de la tercera edición de la obra editada por el FCE de México, del año 1983.
El contexto colonial, hemos dicho, se caracteriza por la dicotomía que inflige al mundo. La descolonización unifica ese mundo, quitándole por una decisión radical su heterogeneidad, unificándolo sobre la base de la nación, a veces de la raza. Conocemos esa frase feroz de los patriotas senegaleses, al evocar las maniobras de su presidente Senghor: "Hemos pedido la africanización de los cuadros, y resulta que Senghor africaniza a los europeos." Lo que quiere decir que el colonizado tiene la posibilidad de percibir en una inmediatez absoluta si la descolonización tiene lugar o no: el mínimo exigido es que los últimos sean los primeros. Pero el intelectual colonizado aporta variantes a esta demanda y, en realidad, las motivaciones no parecen faltarle: cuadros administrativos, cuadros técnicos, especialistas. Pero el colonizado interpreta esos salvoconductos ilegales como otras tantas .maniobras de sabotaje y no es raro oír a un colonizado declarar aquí y allá: "No valía la pena, entonces, ser independientes..."
En las regiones colonizadas donde se ha llevado a cabo una verdadera lucha de liberación, donde la sangre del pueblo ha corrido y donde la duración de la fase armada ha favorecido el reflujo de los intelectuales sobre bases populares, se asiste a una verdadera erradicación de la superestructura bebida por esos intelectuales en los medios burgueses colonialistas. En su monólogo narcisista, la burguesía colonialista, a través de sus universitarios, había arraigado profundamente, en efecto, en el espíritu del colonizado que las esencias son eternas a pesar de todos los errores imputables a los hombres. Las esencias occidentales, por supuesto. El colonizado aceptaba lo bien fundado de estas ideas y en un repliegue de su cerebro podía descubrirse un centinela vigilante encargado de defender el pedestal grecolatino. Pero, durante la lucha de liberación, cuando el colonizado vuelve a establecer contacto con su pueblo, ese centinela ficticio se pulveriza. Todos los valores mediterráneos, triunfo de la persona humana, de la claridad y de la Belleza, se convierten en adornos sin vida y sin color. Todos esos argumentos parecen ensambles de palabras muertas. Esos valores que parecían ennoblecer el alma se revelan inutilizables porque no se refieren al combate concreto que ha emprendido el pueblo…