En busca del tiempo perdido. Proust Marcel. 7 volúmenes. Obra completa.
Editorial: Alianza editorial 2011.
Rústica editorial ilustrada. 18x12 centímetros. Siete volúmenes de 552, 688, 784, 684, 511, 348 y 460 páginas respectivamente.
Títulos de la obra:
En busca del tiempo perdido 1. Por el camino de Swann
En busca del tiempo perdido 2. A la sombra de las muchachas en flor
En busca del tiempo perdido 3. El mundo de Guermentes
En busca del tiempo perdido 4. Sodoma y Gomorra
En busca del tiempo perdido 5. La prisionera
En busca del tiempo perdido 6. La fugitiva
En busca del tiempo perdido 7. El tiempo recobrado
Publicada en siete partes entre 1913 y 1927, En busca del tiempo perdido se considera una de las capitales de la literatura contemporánea. Para muchos historiadores y críticos, En busca del tiempo perdido no sólo es una obra cumbre de las letras francesas del siglo xx, sino también una de las más grandes creaciones literarias de todas las épocas, en la que la trasposición en el relato de la vida de Marcel Proust (1871-1922), así como de personajes y ambientes sociales de su tiempo, se pone al servicio de un propósito radicalmente innovador del género novelístico. La lectura de esta novela atrae al lector no tanto por la historia que cuenta, sino por cómo lo hace, ya que Proust es capaz de hacer entrar al lector en su obra, lo atrapa porque une el lenguaje al sentimiento, convirtiendo leer en un espejo que nos permite ver nuestros propios sentimientos
Por el camino de Swann.
En esta novela que evoca la infancia del autor se hallan las páginas más célebres y los pasajes más famosos de la obra: el momento de irse a dormir, el instante en que inesperadamente el sabor de una magdalena desencadena el torrente de la memoria, el análisis de los celos que se hace a través del personaje de Swann.
A la sombra de las muchachas en flor.
A la sombra de las muchachas en flor describe el itinerario de un doble aprendizaje: erótico y artístico. El papel de iniciadora corresponde a Gilberte y la historia de la pasión que ella inspira al narrador constituye la parte central del libro. En este episodio, aparentemente inocente, de un cortejo adolescente todo tiene un valor ejemplar: el contraste entre la espera febril de la persona amada y la desilusión que su presencia provoca, con el consiguiente aplazamiento continuo de las esperanzas y la imposibilidad de vivir la felicidad como momento actual; los golpes de efecto que revelan posibilidades ni siquiera soñadas cuando todo parecía perdido; la "gimnasia de la indiferencia", perseguida con sorprendente lucidez por el joven narrador; la ruptura, por último, de ese círculo vicioso por obra del tiempo, que caprichosamente y mediante diversas intermitencias conduce al olvido. Pero amor y arte, lejos de excluirse, se ayudan mutuamente, pues Gilberte es quien hace de intermediaria entre el narrador y Bergotte y es en el taller de Elstir donde conoce inesperadamente a Albertine. Pero esa afortunada connivencia resultará ser una de las numerosas ilusiones y falsas pistas diseminadas en el camino seguido por el narrador de En busca del tiempo perdido y que ni siquiera pueden considerarse necesarias para preparar el descubrimiento final de la verdad, ya que en el pesimista universo proustiano, ésta resulta ser una concesión caprichosa e imprevisible, como un don gratuito, ante el cual la única actitud válida es la disponibilidad.
El mundo de Guermentes.
En este libro, Proust habla de la duquesa de Guermantes, a la que llama "la estatuilla de porcelana", captando la atención del autor por ser abanderada del mundo más clasista y cerrado de la sociedad francesa.
Sodoma y Gomorra
En este cuarto tomo, publicado en 1922, el autor desarrolla exhaustivamente el escabroso tema de la conducta sexual de algunos de sus personajes.
La prisionera
En cualquier ciudad en la que se encontrara, Albertine no necesitaba buscar, pues el mal no estaba en ella sola, sino también en otras para quienes cualquier ocasión de placer fuera buena. Una mirada de una, en seguida entendida por la otra, acerca a las dos hambrientas, y a una mujer hábil le resulta fácil aparentar no ver y cinco minutos después dirigirse hacia esa persona, que ha entendido y la ha esperado en una calle transversal, y con dos palabras concertar una cita. ¿Quién lo sabrá jamás? Y resultaba tan sencillo a Albertine decirme, para que continuara, que deseaba volver a ver determinado punto de los alrededores de París que le había gustado. Por eso, bastaba con que volviera demasiado tarde, que su paseo hubiera durado un tiempo inexplicable, aunque tal vez demasiado fácil de explicar sin invocar razón sensual alguna.
La fugitiva
¡Y así, lo que me figuraba que no suponía nada para mí, representaba ni más ni menos que toda mi vida! Cómo nos ignoramos. Urgía poner fin a mi sufrimiento; cariñoso conmigo como mi madre con mi abuela moribunda, con esa buena voluntad que se pone en no dejar sufrir al ser querido, me decía a mí mismo: «Ten un segundo de paciencia, hallaremos remedio, tranquilízate, no te dejaremos sufrir así. Todo esto no tiene ninguna importancia porque la haré volver en seguida. Examinaré los medios, pero de un modo u otro ella estará aquí esta noche. Conque inútil preocuparse»... (Fragmento)
El tiempo recobrado
Llegamos al final de magna obra de Proust. En este último volumen se tejen todos los hilos dispuestos a lo largo de la gran novela, y Marcel, el protagonista, se reencuentra con todos sus amigos, esta vez decrépitos y envejecidos, destruida la belleza, cercana la muerte. Quizá se trate del volumen más impactante de todo el ciclo, sin duda el más otoñal y melancólico, y de una belleza sobrecogedora.